Se llamaba Manuel Belgrano y había nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego en España, en las Universidades de Valladolid y Salamanca. Llegó a Europa en plena Revolución Francesa y vivió intensamente el clima de ideas de la época.
En 1794 regresó a Buenos Aires con el título de abogado y con el nombramiento de Primer Secretario del Consulado, otorgado por el rey Carlos IV. El consulado era un organismo colonial dedicado a fomentar y controlar las actividades económicas.
Manuel Belgrano como el secretario del Consulado proponía proteger las artesanías e industrias locales subvencionándolas con «un fondo con destino al labrador y al tiempo de las siembras como al de la recolección de frutos». Porque tenía una concepción: «La importación de mercancías impedían el consumo de los productos del país y a su vez perjudicaban al progreso de las manufacturas, por lo que lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación».
Había tomado clara conciencia de la importancia de fomentar la educación y capacitar a la gente para aprendiera oficios y pudiera aplicarlos en beneficio del país. Creó escuelas de dibujo técnico, de matemáticas y de náutica.
Las ideas innovadoras de Belgrano quedaron reflejados en sus informes anuales del Consulado en los que trató por todos los medios de fomentar la industria y modificar el modelo de producción de la época.
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